¿Te ha pasado que, aun logrando cosas importantes, sientes que no son mérito tuyo? Como si todo se debiera a la suerte, a la ayuda de otros o a una casualidad… y temes que en cualquier momento descubran “la verdad”: que no eres tan capaz como aparentas.
Si es así, no estás sola. Esa voz interior que te hace dudar de tu valor tiene un nombre: síndrome de la impostora. Y reconocerlo es el primer paso para empezar a liberarte de él.
Este fenómeno psicológico afecta a muchas personas exitosas —especialmente mujeres— y se manifiesta como una duda constante sobre la propia valía, un miedo a ser “descubierta” y una tendencia a atribuir los logros a la suerte o al esfuerzo excesivo, pero nunca al talento propio.
La buena noticia: no es una condena, es una creencia aprendida, y por lo tanto puede transformarse.
¿Qué es exactamente el síndrome de la impostora?
El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, y describe esa sensación íntima y persistente de sentirse un “fraude” a pesar de los logros alcanzados. Quien lo vive suele pensar: “No soy tan buena como creen”, “Fue solo suerte”, “En realidad no lo merezco”.
Aunque no se trata de un diagnóstico clínico, sus efectos emocionales son muy reales. La persona que lo experimenta convive con una mezcla de ansiedad, perfeccionismo extremo, procrastinación, autoexigencia desmedida y un miedo constante a fracasar o a ser descubierta.
En el fondo, el síndrome de la impostora es una trampa de la mente que desconecta tus logros de tu identidad, como si todo lo que has construido no fuera suficiente para validar quién eres. Y sin embargo, reconocerlo es el primer paso para empezar a desarmar esa voz crítica y aprender a habitar tus éxitos con orgullo y gratitud.
Combatiendo el síndrome de la impostora: cómo reconocerlo y derribarlo
1. Reconoce la voz interna de la impostora
El primer paso es darte cuenta de cuándo aparece esa voz que dice: “No eres suficiente”. Ponerle nombre ayuda a distanciarte de ella.
👉 Ejemplo: la próxima vez que pienses “seguro me contrataron por error”, respóndete: “Esto no es verdad, es la voz de mi impostora hablando”.
2. Ancla tus logros en la evidencia
La mente impostora se alimenta del olvido. Haz un registro de tus logros, grandes y pequeños, y léelo cuando la duda aparezca.
👉 Ejemplo: guarda un archivo con correos de felicitaciones, reconocimientos o testimonios de clientes. Cuando pienses “no soy tan buena”, revisa esa evidencia tangible.
3. Aprende a recibir elogios sin justificarlos
Quien vive el síndrome de la impostora suele responder a un cumplido con frases como: “No fue nada”, “Tuve suerte”. Cambiar esa reacción refuerza la confianza.
👉 Ejemplo: si alguien te dice “tu presentación fue excelente”, en lugar de restarle valor responde: “Gracias, trabajé mucho en ella”.
4. Redefine el error como aprendizaje
El miedo a equivocarse alimenta la sensación de fraude. Recuerda que el error no invalida tu capacidad, la fortalece.
👉 Ejemplo: si un proyecto no sale perfecto, en vez de pensar “ves, no soy capaz”, escribe tres cosas que aprendiste gracias a esa experiencia.
5. Rodéate de una red que te recuerde quién eres
La impostora se hace más fuerte en soledad. Conversar con personas de confianza que validen tu camino es un antídoto poderoso.
👉 Ejemplo: comparte tus miedos con un mentor, colega o amiga. Escuchar desde afuera que lo que sientes es común y que tu talento es real alivia el peso interno.
El síndrome de la impostora no desaparece de un día para otro, pero cada vez que eliges escuchar la evidencia en lugar de la duda, das un paso hacia tu verdadera grandeza. Recuerda: no se trata de convertirte en alguien distinta, sino de reconocer que ya eres suficiente y que mereces estar donde estás.
Con cariño,
María Paz Blanco