Nos enseñaron a ser fuertes.
A rendir.
A no detenernos.
A demostrar que podemos con todo.
Y sin darnos cuenta, convertimos esa fuerza en una exigencia constante. En una presión interna que nos empuja a estar siempre disponibles, resolutivas, impecables… incluso cuando por dentro estamos agotadas, tristes o simplemente necesitamos detenernos.
La autoexigencia muchas veces se disfraza de compromiso, de responsabilidad, de “querer hacer las cosas bien”. Pero hay una línea muy sutil entre dar lo mejor de ti y exigirte más de lo que puedes sostener sin romperte.
¿Cómo se manifiesta la autoexigencia?
-
Dificultad para pedir ayuda.
-
Culpa al descansar o poner límites.
-
Sensación de que nunca es suficiente, por más que hagas.
-
Diálogo interno crítico y severo.
-
Incapacidad para celebrar tus logros.
-
Expectativas imposibles de cumplir contigo misma.
Si te sentiste identificada con alguna de estas frases, no estás sola. Nos pasa a muchas. Yo también he tenido que reaprender a ser amorosamente exigente sin perderme en el intento.
Entonces, ¿cómo soltamos esa carga?
Aquí te comparto herramientas prácticas que pueden ayudarte a transitar desde la autoexigencia hacia el autocuidado consciente:
1. Pregúntate: ¿Desde dónde me estoy exigiendo?
¿Desde el miedo a fallar? ¿Desde la comparación? ¿Desde querer demostrar algo? Ponerle nombre a la raíz te da libertad para elegir otra forma de actuar.
2. Practica la autocompasión
No se trata de ser indulgente o conformista, sino de tratarte con la misma empatía que ofrecerías a alguien que amas. ¿Qué te dirías si fueras tu mejor amiga?
3. Establece expectativas realistas
Está bien tener metas, pero también es necesario honrar tus ciclos, tu energía y tus límites. Ser productiva no es lo mismo que vivir en piloto automático.
4. Crea momentos de pausa conscientes
No solo descanses cuando te sientas al borde del colapso. Aprende a hacer pausas preventivas. Cinco minutos al día de respiración, silencio o escritura pueden cambiar tu estado emocional.
5. Celebra lo pequeño
Reconoce cada avance, aunque sea mínimo. Agradece tu constancia, tu intención, tu capacidad de seguir aprendiendo. La transformación no siempre se ve, pero se siente.
6. Redefine qué significa “ser fuerte”
Hoy creo que ser fuerte no es resistirlo todo, sino saber cuándo parar, pedir ayuda, y darte lo que necesitas sin culpas. Esa es la verdadera valentía.
No necesitas hacerlo todo perfecto para merecer amor, reconocimiento o descanso.
Tu valor no depende de cuánto haces, sino de quién eres. Y tú, incluso en pausa, incluso en días bajos, ya eres digna de todo lo bueno que la vida tiene para ti.
✨ Si esta nota tocó algo en ti, compártela con quienes amas. A veces una palabra a tiempo puede cambiar un día, una vida, una mirada.
Y si aún no me sigues en Instagram, te invito a que lo hagas en @mpblanco, donde comparto herramientas, reflexiones y espacios de encuentro para acompañarte en tu camino de transformación.
Un abrazo cariñoso,
María Paz